lunes, 26 de septiembre de 2011

el mejor modo de esperar

La frase podría atribuirse a Marcelo Bielsa, o a algún otro entrenador de fútbol de tinte ofensivo. Pero no, fue el poeta argentino Mario Trejo (autor entre otras cosas de la letra de Los pájaros perdidos, tangueado por Astor Piazzolla) quien dijo:

El mejor modo de esperar es ir al encuentro.

Ya se ha hablado bastante en el blog de la actitud de buscar, de salir a aprovecharse de las circunstancias en lugar de dejarlas decidir nuestro destino. Vivimos en una era de pasividad, acostumbrados por el televisor a sentarnos a esperar que el mundo venga a nosotros, ya pensado, opinado, digerido.

Y para contribuir a ese cambio de actitud no opino más, cada cual saque sus propias conclusiones (?).

jueves, 15 de septiembre de 2011

Красота спасёт мир

Cada tanto vale la pena alejarse de los ruidos, apagar las pantallas, cerrar los diarios, y sentarse afuera, en cualquier lugar donde haya nubes y pájaros, para recordarnos que también somos parte de un universo y que el 90% de lo que consideramos problemas no son más que nimiedades si las ponemos en un contexto más amplio.


La belleza salvará al mundo, afirma el Príncipe Mischkin en "El Idiota", de Fedor Dostoievski. 


No, no leí el libro, todavía lo tengo en lista de espera. Me enteré de la frase porque la tiene tatuada (en japonés, para más señas) el amigo Janko Tipsarevic, un tenista serbio más que particular, que a partir de mañana peleará por un lugar en la final de la Copa Davis contra la Argentina.

lunes, 12 de septiembre de 2011

El gran Bertrand....


Una de las cosas que me llamó la atención de Bertrand Russell -la primera vez que lo leí- fue su condición de matemático y filósofo. Para mi eso estaba sólo reservado para los antiguos griegos y desde entonces se habían transformado en disciplinas imposibles de conciliar.
Fue una persona que despertó grandes pasiones -como señala wikipedia- sólo los grandes tienen esa llama tan particular que enciende el amor o el odio con igual intensidad. Russell siempre desconfió de las "trampas del lenguaje" alertando a los filosófos a desconfiar de las formas que pueden engañar en su contenido.
Su lógica simple y la capacidad para ser claro con las palabras lo convirtieron en mi matemático preferido; cuando lei de él la refutación de un Dios que no podía ser todopoderoso y omnipotente al mismo tiempo, con la creación de piedras tan pesadas que ni siquiera el mismo podría levantarlas me di cuenta que el tipo era realmente un capo. Y que no carecía de humor al respecto. Como el mismo lo explicaria "Me opongo a toda superstición, sea musulmana, cristiana, judía o budista." fue el guiño final para guardarme en el bolsillo. Su caballito de batalla contra todas las religiones fueron las deficiencias en los argumentos y razones esgrimidos a favor de la existencia de Dios.
Además, y como todas las personas que admiro fue un hombre de acción, intenso y apasionado; pacifista cuando pensaba que había que hacerlo pero ferviente partidario de la guerra cuando creía que era la única opción -en su lucha contra el facismo en la segunda guerra-. Baste decir que se casó cuatro veces y estuvo dos veces en prisión. No fue un genio encerrado en su torre de marfil sino que se involucró en el mundo y lo comprendió mucho mejor que los "encargados" de "arrgelarlo". (cuando murió su mayor preocupación era el arsenal atómico y que no se produjera un nuevo holocausto que arrasara la humanidad)
Por eso me quedo con su frase que refleja un entendimiento sutil de las personas, de la política y del mundo.

Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas. Betrand Russell


Y además combina lo mejor de Russell, el sarcasmo, la ironía la metáfora y el sentido del humor que no son -usualmente- propios de una mente estructurada.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Y enseguida anochece

En la biblioteca de lo que fue mi casa, los libros siempre venían en forma de colecciones. Una de ellas era la de ganadores de premios Nobel de literatura, unos libros de tapa dura azul de malísima calidad, bastaba leerlos para descoserles las páginas.

Hubo una época en que leía mayormente poemas, no sé si por falta de concentración para encarar novelas, o por la necesidad de sufrir los golpes directos que lanzan las poesías, sin medias tintas ni retrasos. Así fue que uno de los libritos que más quedó en mi memoria es el correspondiente al Nobel de 1959, titulado "Y enseguida anochece", del poeta italiano Salvatore Quasimodo.


El libro comienza con esta frase/poema, que resume por sí misma la soledad del autor:

Ognuno sta solo sul cuor della terra 
trafitto da un raggio di sole:  
ed è subito sera. 

Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra 
traspasado por un rayo de sol: 
y enseguida anochece. 

jueves, 1 de septiembre de 2011

El arte siempre sale al rescate.


"El único medio de renovación consiste en abrir los ojos y contemplar el desorden. No es un desorden que quepa comprender. He propuesto que lo dejemos entrar porque es verdad".

Samuel Beckett

Hace unos cuantos años, cuando estudiaba en Rosario y hubo un festival de teatro fue la primera vez en mi vida que escuchaba hablar de Beckett, estaba como autor de la frase que cito arriba. La primera vez que la leí -detrás de un folleto con la programación de las obras de teatro- tuve una esspecie de premonición que una gran verdad se desplegaba en la frase aunque de momento no fuera capaz de entenderla en su totalidad. Fuimos con mi vieja a ver "Esperando a Godot", quizá la más conocida obra del autor; una trama en la cuál dos mendigos están esperando continuamente a alguien - ¿o algo?- que no aparece.
Es una tragicomedia de la condición humana en un mundo sin ley, ni Dios, ni sentido que Beckett imprimió en todas sus obras. Me impactó la visión del autor -pesimista pero valiente, con un humor negro y sórdido pero nunca renegando de la verdad -nunca esquivando el bulto- de la realidad que nos guste o no o sea incómoda o no de todas formas representa la verdad.
El lenguaje del irlandés, sobrio pero a la vez brillante quizá sea un reflejo de la propia personalidad de Beckett que tiene la magia de no dejar a nadie igual luego de haberlo conocido.