viernes, 28 de octubre de 2011

utopía

No existen los absolutos. Uno puede plantearse qué significaría alcanzar la felicidad, o mediante qué acciones le daríamos sentido a nuestra vida. Sin embargo, en el hipotético caso de que cumpliéramos con esos objetivos, ¿entonces qué?

En realidad vivimos en una búsqueda constante de nuestro lugar en el mundo o, lo que es lo mismo, de hacer que el mundo sea nuestro lugar. Y es mediante esa búsqueda que nos definimos. No en el dónde queremos llegar, ya que eso es común a casi toda la humanidad, sino en el cómo recorremos el camino. Y lo más importante: que tengamos el valor de seguir avanzando, aún cuando nuestros sueños parezcan imposibles.

La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar


Eduardo Galeano.

lunes, 24 de octubre de 2011

"Eppur si muove... "(Y sin embargo se mueve....)


La historia está cargada de imprecisiones, distorsiones o simplemente exageraciones en cuánto a los hechos acontecidos.
Esto se hace aún más arbitrario cuando se trata de frases célebres. Recuerdo haber leido algo de Sábato al respecto y mi propia lógica o sentido común -además de experiencia- me dicen que cuando se trata de momentos importantes de la historia uno tiene que valorar el contexto para analizar si realmente ese fue el momento que el protagonista la dijo o si se trata de un mito o un adorno de los historiadores.
En 1616 la iglesia censuraba -oficialmente- las teorías copernicanas condenádolas como "una insensatez, un absurdo en filosofía, y formalmente herética". (!?)
Galileo Galilei era ante todo un hombre de sentido común y pronunciar la frase del título ante el tribunal de cardenales de la Inquisición -en dónde era sometido a un juicio -en 1633 al que ya estaba condenado de antemano- era desafiante y podía ocasionarle aún más problemas. Admitir su propia "culpa" evitaba la tortura y podría conseguir un "trato benevolente" que fue un arresto domiciliario de por vida.
Giordano Bruno no había tenido tanta suerte; había sido mandando a quemar -en 1600- por el mismo cardenal Belarmino que había dado la orden en el caso Galileo. En su caso, había sido por sus teorías cosmológicas -copernicanas; sostenía además que había múltiples sistemas solares y que el universo era infinito, algo que chocaba abiertamente con modelo heliocéntrico de la iglesia, conocimiento "extraido directamente" de las sagradas escrituras.
La frase me parece que fue pronunciada en otro momento, y carga una mezcla de resignación con humildad de saber que se trata de una verdad absoluta.
Es interesante notar que Galileo recibió una formación religiosa desde su infancia que incluso lo llevó a plantearse llevar una vida religiosa, pero su padre lo rescató a tiempo y lo encaminó para la universidad de pisa dónde estudió matemáticas, filosofía y medicina; lugar sin dudas en el cuál su mente se abrió y enriqueció. Fue el primer y más importante paso para convertirse en un hombre fundamental de la revolución científica a lo largo de la historia.
Su idea que en lo tocante a la ciencia, la autoridad de un millar no es superior al humilde razonamiento de una sola persona es sin dudas un alegato a favor de la libertad como así tambien de la lógica y es una conclusión de los problemas que tuveo con el clero y con todos los ignorantes en general. Y además creía que había dos tipos de mentes poéticas: una apta para inventar fábulas y otra dispuesta a creerlas. (otro palo más para la iglesia)
Pasó el tiempo, quedaron en el olvido los nombres de muchos hombres de la iglesia -desde papas a cardenales- y el nombre de Galileo y su asociación como el "padre de la observación moderna en la astronomía" sigue vigente; y más importante aún: La Tierra se mueve...

jueves, 13 de octubre de 2011

la moral

Hoy en día podemos afirmar que la moral predominante (al menos en occidente, y más en América que en Europa) es una moral cristiana. Una moral donde el placer no puede disociarse de la culpa, y donde el sufrimiento es una virtud. Donde la necesidad de trabajar (muchas veces de forma esclavizante) se asocia a la dignidad.

Es refrescante, entonces, saber que ya en el siglo XVIII había filósofos que se oponían a esa manera de ver la vida:

"Jouis et fais jouir, sans faire de mal ni à toi ni à personne, voilà, je crois, toute la morale". (Goza y haz gozar, sin hacer daño ni a tí mismo ni a los demás, eso, creo yo, es toda la moral). 
Nicolás de Chamfort (1741-1794)










Una definición sencilla, elegante. El ser humano está capacitado para darse cuenta si sus actos son buenos o malos, moralmente hablando. A lo sumo puede intentar engañarse, buscar un razonamiento que le impida sentirse culpable. Pero en el fondo, el inconsciente se encargará de mantener vivo todo recuerdo.

Según Chamfort, no hay mucho que razonar: en unas pocas palabras enuncia lo que debería guiarnos en nuestras relaciones con nosotros mismos y con los demás. No hay necesidad de tergiversar los valores.

A veces, la verdad es demasiado simple.

miércoles, 12 de octubre de 2011

El volumen de la sabiduria...


Si uno tuviera que imagina a a Leonardo Da Vinci seguro que lo haría trabajando, pintando, haciendo alguna escultura, o enfrascado con una idea dibujando un bosquejo en un papel.
En fin, un hombre de acción -tanto física como intelectual- un genio creativo que también oficiaba de filósofo universal y cuya curiosidad no tenía límites. No olvidemos que también fue arquitecto, botánico, científico, ingeniero, músico, poeta y urbanista además. Sin dudas fue un hombre perfecto para el renacimiento, lleno de energías e iniciativa y con una capacidad creativa fuera de lo común.
Pero si uno lo tuviera que imaginar discutiendo o debatiendo con alguien, por su espíritu abierto académico y pragmático uno vislumbra a un Leonardo explicando su posición, sus pensamientos y sus verdades de una forma mesurada y cauta, tranquila y serena.

"Quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz."

¿Sentido común?; si y proveniente de un maestro que ya la tenía clara por el siglo XVI Muy bien le vendría a muchos políticos y funcionarios actuales de nuestro gobierno reeler esta frase y pensar un poco más antes de hablar.



domingo, 2 de octubre de 2011

La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.


Podríamos filosofar toda una noche -y más si hay alcohol de por medio- acerca de la vida, la muerte, la existencia y otro tipo de yerbas. Sería fantástico tener la posibilidad de invitarlo a Jorge Luis Borges a un asadito y quedarse en la sobremesa escuchando toda su erudicción destilada en frases como las de la cabecera. Por mi parte le preguntaría -entre muchas otras cosas- si es verdad esa anécdota -en un incidente en el que estuvo involucrado- dónde contestó "He tenido la precaución de ser ciego" mientras era profesor de la facultad en Bs. As.

Por supuesto que también le preguntaría como se le ocurrió la cita de cabecera de este post. Esta fantástica frase reveladora - a la que adhiero en un 100%-; es de gran verdad como pocas y tan difícil de ver para los hombres, tiene un humildad y sencillez que pareciera hablar de algo cuya importancia es menor. La lógica y la simplicidad de la misma recuerda un enunciado abstracto de álgebra al que cuando escuchamos por primera vez nos deja una honda impresión. No se trata de algo que nos pueda gustar o no, está más allá de eso como cualquier verdad. Y encima de yapa, una sensación de tranquilidad que nos brinda todo descubrimiento al que encontramos claro y conciso.
Cada vez que disfrutamos de un día . o cada vez que un día se torna insoportable; cada día que pasa es una acercamiento a nuestro propio fin -que no sabemos cuando llegará- pero sin dudas es más próximo. Aferrarse a la vida y la percepción de infinitud que tenemos como seres vivos hace ver a la muerte como algo anormal -y no como el natural final de un ciclo-. Y no obstante es tan normal en el hombre - como irreal- tener esa sensación de que la vida nunca acaba y la muerte es algo ajeno a nuestra condición. (no porque no sepamos que vamos a morir, sino porque no lo aceptamos como algo natural)
Como si se trataran de los reversos de la misma moneda Borges pone en la mesa nada más y nada menos que a la vida y a la muerte y las reconoce como una imagen espejada.
Como en toda su obra, cada palabra encaja a la perfección como si se tratara de una ecuación matemática y nos recuerda una verdad universal con su particular estilo y elegancia.